“Hace mucho que esperaba este momento”, “sobrellevé la pandemia con mucho miedo”, “temía salir a tomar el colectivo”, “este virus ha afectado a mucha gente joven con diabetes”, “mi hermano no quería operarse por miedo”. Son frases que vienen con historias personales a cuestas, de ciudadanos que son insulinodependientes y que ayer, en el Hipódromo, pudieron ponerse la primera dosis de la vacuna contra la Covid-19. El lugar se llenó de jóvenes y adultos, de entre 18 y 59 años que padecen diabetes tipo 1, que hicieron largas filas cargando ansias, temores y dudas. Dentro del nodo, en cambio, hubo momentos de llanto y de emoción, de risas y chistes.
Laura Rosales acompaña a su madre, no vidente y de 58 años, y a su hermano de 35, que tiene un retardo mental. Afirma que los dos coinciden en que “no veían la hora de vacunarse” y que ambos, ansiosos, sabían bastante sobre el tema porque se informan por la radio. “Estuvimos mucho tiempo encerrados, yo estaba con miedo porque soy personal de salud y aún tengo terror de contagiarles algo”, dice. “En la pandemia estábamos complicados porque necesitan ir a los controles, se demora la autorización de las insulinas, mi hermano necesita una operación y no quería operarse por miedo, pero creo que ahora va a estar más tranquilo”, añade.
“Quien viene a vacunarse hoy es mi hija, que es hipoacúsica también. Mi señora es docente y ya se vacunó, el único viejito que queda soy yo”, dice entre risas Miguel Toledo, de 60 años, que esperaba en la fila con su esposa e hija; y cuenta que se sienten más tranquilos con respecto a la inoculación.
Para Santiago, de 29 años, y Luis, de 30, la incertidumbre por el contexto que vivimos es lo que los acompaña, más que el miedo y se trata de “creer o reventar” pero “hay que pensar siempre positivo porque (la vacuna) es una buena arma en contra de esta situación”.
Por otro lado, Inés tiene 36 años y llegó desde Famaillá al punto de vacunación. Y, lejos de la tranquilidad, comenta que siente temor por los posibles efectos colaterales que pueda tener con su dosis: “tengo diabetes tipo 1. Por ahí vi que te puede afectar si no estás bien controlado y yo no estoy bien controlada, la verdad”. Además, cuenta que sobrellevó la pandemia con mucho miedo por los contactos que puede tener su marido, empleado en una estación de servicio”.
“Hace mucho que estaba esperando este momento. Pero estoy ansiosa y con un poco de miedo por los efectos, ya que conozco gente a la que le afectó mucho la vacuna”, dice Yohana, de 29 años. “En la pandemia prácticamente estuve encerrada, con miedo de salir a tomar el colectivo”.
Adela, de 55 años, cuenta que estaba conversando con una señora que decía que tiene miedo. “¿Miedo de qué?”, exclama. “Va a ser beneficioso para nosotros, una barrera de protección porque tenemos las defensas bajas”, refuta, aunque tiene incertidumbre por los dichos sobre nuevas cepas que aparecen. “Yo trabajo para el Estado y el Estado me ha cuidado. Ahora estoy trabajando on line, no hago presencialidad”, agrega.
Más atrás, en la fila, una paciente recae en los brazos de su acompañante con un fuerte abrazo luego de salir del área de vacunación con su carnet en mano. Se trata de Ileana, de 25 años, que “estaba más ansiosa que nerviosa”. “Muy buena la atención, se portaron muy bien”, dice.
Cerca de las 11 la ministra Rossana Chahla acudió al lugar para vacunar personalmente a los presentes. “Ustedes se salvaron, yo no hago doler”, afirma entre risas, lo que más tarde fue confirmado por su primer inoculado, Germán, de 42 años: “todo de diez, ni me dolió. Tiene manos mágicas la doctora”.
Pero no es el único; Josefa Santana, la mamá no vidente de Laura Rosales, “quedó chocha” con la ministra. “Gracias, mi doctora. Gracias a mi querido gobernador y a mi presidente que lo amo”, exclama.
Más adelante, en la carpa de espera pos inoculación, el silencio reinó para escuchar a la doctora: “sabemos el esfuerzo que le ponen a esta enfermedad. Ustedes son un ejemplo de vida, los consejos me los tienen que dar ustedes a mí, no bajen los brazos. Esta es una esperanza que tenemos todos”.
De repente, una paciente no pudo más con su emoción y quebró en llanto. Sofía, de 29 años, señaló que la diabetes “es una enfermedad que aún no tiene cura y este virus ha afectado a mucha gente joven que la padece”. “Uno se siente en desventaja con respecto a gente de la misma edad que no tiene ninguna enfermedad, te limita muchísimo. Nosotros pasamos el año nuevo con distancia, con barbijo, hace un año que no veo a mis amigas y las extraño muchísimo”, lamenta entre lágrimas.
“Y yo veía a la gente joven en la calle, normal, pero bueno. Asumí mi responsabilidad por mi enfermedad que me podía matar, porque no es para menos. Pero estoy acá y puedo seguir cuidándome gracias a ustedes”, agradece a la ministra, que la escucha de rodillas.
Son 12.600 las dosis recibidas de Sputnik V ayer por la mañana y se vacunará durante toda la semana a insulinodependientes menores de 60 años. Posteriormente se abrirá la inscripción a mayores de 60 años, según Luis Medina Ruiz, secretario ejecutivo del Siprosa.
“Hemos superado los 300 casos de Covid y estamos avanzando hacia un segundo pico”, sostiene. “Si no nos cuidamos, vamos a tener problemas. No hay que abandonar las recomendaciones de prevención”, aclara y, sin embargo, afirma que Tucumán llegará al invierno con la población más susceptible, en su mayoría, vacunada.
Finalmente, lanzó un mensaje a quienes ya recibieron sus dosis: “se necesitan 15 días para que se generen los anticuerpos. Recibir las dosis no significa que la persona no se pueda enfermar, puede hacerlo y puede contagiar. Hay que seguir cuidándonos”.
(Producción periodística Valentina Medina)